Contador y Froome y, luego, los demás

La Vuelta 2014 ha resituado la jerarquía del ciclismo. Froome y Contador aparecen como los mejores corredores para grandes vueltas, con Nibali y Quintana como alternativas más sólidas. Un peldaño por debajo se encuentra el nuevo ciclismo francés, el que está libre de cualquier pecado según algunos, pero cuya actuación aún no encuentra la comparación con los mejores. El 2015 dictará sentencia y se verá si el Ag2r es capaz de desenvolverse igual en el Tour sin los vacíos de poder de este año del Tinkoff y el Sky. El de Pinto ha recordado a ese jovenzuelo del 2008 que fue al Giro sin querer, obligado, y que terminaría por llevarse la carrera italiana con mucho sufrimiento y ante ciclistas de la calaña de Ricco y Sella. Entonces, el que fuera líder del Astana recibió una llamada de su director, el farmacéutico Bruyneel, cuando se encontraba en la playa de vacaciones.

En la Vuelta, Contador se ha enfrentado a sus problemas físicos y a sus propios miedos. Sus piernas se transforman en dinamita si la confianza en sí mismo recorre ese cuerpo de alfiler. Los otros temores se los trae Froome, el ciclista que le quita el sueño y su adversario más sólido. Curiosamente, el del Sky firmó su peor actuación en la crono, ahí donde se ha desenvuelto perfectamente en los últimos tiempos, descentrado por su poca habilidad en las curvas y por cebarse con un desarrollo terrible en las rampas. El corredor que ha llevado al extremo la máxima cadencia en las subidas, anduvo atrancado en los momentos de máxima exigencia, lo que le rompió definitivamente el ritmo constante de contrarreloj.

Los ingleses del Sky han recuperado en la Vuelta cierta posición de dominio después de un año sin rumbo. Las clásicas continúan como su asignatura pendiente, con un Boasson Hagen irreconocible y que ya ha encontrado la puerta de salida del Sky. Los responsables del conjunto británico tampoco han sabido gestionar la difícil convivencia de Wiggins y Froome. A principio de año iban a correr mucho juntos, algo parecido a eso de que el roce hace el cariño, pero finalmente no se han visto ni en hologramas. Brailsford decidió que Wiggins no fuera al Tour, en otra jugada arriesgada que hizo visibles los problemas internos de los de negro y azulito. Fueron al Giro sin su líder, Richie Porte, aún convaleciente de sus problemas físicos, situación que se revivió en el Tour. Con Froome fuera de la carrera, Porte se derrumbó y algunos comenzaron a acordarse de Sir Bradley, el ganador del Tour de 2012, aunque parezca mentira y cada vez más.

Contador ha recuperado la supremacía y ni la victoria incontestable de Nibali en el Tour hace dudar de sus prestaciones. Resulta indudable su compromiso con su profesión, su imperiosa necesidad de recordar que nunca se fue, que está ahí, y que las derrotas actúan de empuje ignitivo. Es difícil saber si le dolió más escuchar la resolución del TAS en el caso del Clembuterol o su rendimiento a lo largo de la temporada pasada. Hasta el dueño del equipo, el excéntrico magnate ruso Oleg Tinkov, le colocó a los pies de los caballos acusándole de falta de profesionalidad. También parecía que su mejor momento ya había pasado y que era la hora del colombiano Quintana, las cumbres le pertenecían al del Movistar. El tiempo pasa a favor de Nairo, por su juventud, tiene un futuro extraordinario. Pero no es la primera vez que en el ciclismo aquellos que irrumpen muy jóvenes también se desvanecen rápidamente.

Queda el oligarca del Tour, un Nibali que alcanzó en el Tour un estado de forma galáctico. Aprovechó perfectamente sus dotes técnicas en la etapa del pavé, lo que también vale. Tan ventaja marginal es no caerse y saber andar por el barro como ir a entrenarse en altura o cuidar la alimentación. No conviene olvidarlo. Wiggins, Froome y Contador se han visto obligados a abandonar carreras importantes después de darse unos buenos batacazos que les han condicionado su temporada.

Si Contador observa con satisfacción las condecoraciones logradas este año, Valverde no es menos. Su capacidad para recargar la batería no conoce límites, aunque le falta algo para ser el mejor. Podría ser descanso, podría ser una preparación distinta. Quién sabe. Desde luego, si con los años que lleva en esto no es capaz de cambiar a mejor es que no es posible esa mejora. Se las debe saber todas. Lo que no entrena demasiado es aguantar las críticas. Cuando desde los medios apuntan a que el Tour es inalcanzable para él, por lo que sea, por los puertos, por esos esfuerzos continuados que no acaba de asimilar, por lo que rodea a la carrera, se revuelve y lanza eso de que los que le critican no se han subido nunca a una bici. Querrá decir entonces que los que le alaban sí que saben porque están todos los días dándole a los pedales, lo que es muy dudoso. Como es muy raro que alguna revista especializada ya no sabe cómo explicar sus dos años de parón, que fueron una sanción por dopaje. Aparecen todo tipo de circunloquios y eufemismos para no nombrar la palabra dopaje. Es desternillante.

La Vuelta cierra el capítulo de grandes rondas como la más entretenida y ganando espacio al Giro. Guillén ha sabido dotar de personalidad a su prueba y, aparte de alguna horterada como la salida desde un portaaeronaves, se está consolidando como una prueba atractiva con capacidad para la sorpresa.

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